Oración Inicial Para Todos Los DÃas:
¡Oh Dios misericordioso, que nos disteis en el Bienaventurado MartÃn un modelo perfecto de humildad, de mortificación y de caridad; y sin mirar a su condición, sino a la fidelidad con que os servÃa, le engrandecisteis hasta glorificarle en vuestro Reino, entre los coros de los ángeles! Miradnos compasivo y hacednos sentir su intercesión poderosa.
Y tú, beatÃsimo MartÃn, que viviste sólo para Dios y para tus semejantes; tú, que tan solÃcito fuiste siempre en socorrer a los necesitados, atiende piadoso a los que, admirando tus virtudes y reconociendo tu poder, alabamos el Señor, que tanto te ensalzó. Haznos sentir los efectos de tu gran caridad, rogando por nosotros al Señor, que tan fielmente premió tus méritos con la eterna gloria.
Amén!
(Rezar la oración correspondiente al dÃa)
Oración Final Para Todos Los DÃas:
¡Oh Dios, que tan gloriosamente levantas a los abatidos y humildes, y tan generosamente premias el sufrimiento y la caridad! Miradnos postrados ante Vos y glorificad a vuestro humilde siervo San MartÃn, atendiéndonos en nuestras súplicas.
Y tú, hermano nuestro benditÃsimo, que ya te ves glorificado ante el trono del Señor, ruégale por nosotros, tanto más dignos de compasión cuanto más necesitados. ConsÃguenos las gracias que te pedimos, y que un dÃa logremos la gloria del cielo, donde vives bendiciendo a Dios en compañÃa de los Angeles y Santos por toda la eternidad.
Amén!
DÃa Primero (Orientación):
Al instruirse el niño MartÃn en las primeras nociones propias de su edad, comenzaba también a conocer a Dios que ya desde entonces vino a ser la razón y divisa de su conducta. Púsose luego bajo la enseñanza de un maestro que era barbero-cirujano, que en aquel tiempo no sólo sabÃan el arte propio de la barberÃa, sino también el de curar las enfermedades más Corrientes.
PreveÃa MartÃn el bien que podÃa prestar a sus prójimos, y asà gustaba de tal oficio gozoso de poder ser un dÃa útil a sus semejantes. Donde se ve, cómo la Divina Providencia iba orientando a su Siervo, preparándolo para los fines a que lo destinaba.
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Oración:
¡Oh feliz MartÃn, que, contento en tu condición de hijo de una esclava, te dejabas guiar por la mano de Dios ya en tu niñez; haz que nos resignemos en todo a los designios de la Providencia! A imitación tuya aceptamos gustosos la voluntad del Señor y sus designios sobre nosotros.
Tú nos enseñas que si somos buenos con Él, Él será generoso con nosotros; he aquà que queremos servirle fielmente. Ayúdanos tú, MartÃn bondadoso, y ruega por nosotros a tu amado Jesús, Dios verdadero, que con el Padre y el EspÃritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén!
DÃa Segundo (Fe en Dios):
Era tan firme la fe de fray MartÃn, que suspiraba pidiendo a Dios la gracia de morir por defenderla. Por su parte empleaba el tiempo que le quedaba libre, en enseñar la doctrina cristiana a los indios y negros en Lima; luego se iba a Limatambo, distante media legua de la ciudad, y a otras haciendas vecinas, donde enseñaba a los humildes trabajadores y esclavos, consolándolos en sus trabajos y enfermedades, e inspirándolos amor a la Cruz.
Hubiera querido multiplicarse, para llevar a todas partes el conocimiento de Dios. El Señor le concedió la gracia especialÃsima, de actuar al parecer a la vez en dos lugares en cuya virtud, le vemos instruyendo y consolando a los sufridos negros en el Africa y otros lugares apartados.
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Oración:
¡Oh glorioso fray MartÃn, que desde tus primeros años aprendiste a andar por los caminos del Señor, firme siempre tu fe en Dios, celoso por su gloria y salvación de las almas; haz que vivamos esa misma fe, como hijos de Dios que somos! Ruega por nosotros, para que te imitemos en la fidelidad, y alcánzanos las gracias particulares que sabes necesitamos, ya que tanto puedes ante nuestro Rey Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén!
DÃa Tercero (Mortificación):
Fray MartÃn, no obstante el conservarse en la gracia bautismal, se consideraba el peor de los nacidos, e indigno del hábito que llevaba; y a imitación de su Santo Patriarca, oraba casi toda la noche, disciplinándose hasta por tres veces de un modo cruel.
No perdÃa ocasión de humillarse, gozando cuando se veÃa despreciado o insultado. Cuando le honraban personas distinguidas, corrÃa a un lugar oculto, y se disciplinaba duramente; si no se le proporcionaba lugar a propósito, se abofeteaba diciendo: "Pobre infeliz ¿cuando mereciste?.., No seas soberbio; bien conoces que eres un ruin, que naciste para esclavo de estos señores, y que sólo por amor a Dios pueden sufrirte tantos religiosos santos."
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Oración:
¡Oh Dios misericordioso, que nos diste al humilde fray MartÃn, como ejemplo de penitencia y mortificación; sednos propicio y olvidad nuestras infidelidades! Y tú, purÃsimo MartÃn, que no sólo sufrÃas resignado tus trabajos y enfermedades, sino que mortificabas duramente tu inocente cuerpo; alcánzanos del Señor el espÃritu de penitencia, con el cual, al menos, suframos con alegrÃa les mortificaciones de nuestros semejantes y nuestros propios males, para que, purificados de nuestros pecados, seamos aceptables a Dios y acreedoras a tu poderosa protección.
Amén!
DÃa Cuarto (El Taumaturgo):
Eran continuos los prodigios del bienaventurado MartÃn socorriendo necesitados y curando enfermos. Algunos eran remediados al invocarle estando ausente, y otros con sólo tocar su ropa. Entre éstos, sucedió que visitando a don Mateo Pastor, que le ayudaba en el socorro de los pobres, se hallaba su señora, doña Francisca Vélez, con un agudÃsimo dolor de costado sin conseguir aliviarse con ninguna medicina.
Al llegar el Siervo de Dios, tomó el borde de su capa y lo acercó a la parte dolorida, sintiéndose enteramente sana. Atónita exclamó: "¡Ah! Gran Siervo de Dios es fray MartÃn pues el solo contacto de su ropa me ha sanado." Confundido fray MartÃn, le dijo: "Dios sólo ha hecho esto, señora. Dé las gracias a Dios, pues yo soy un miserable y el mayor pecador del mundo, Dios sea bendito, que toma tan vil instrumento para consolarla a usted, y para que no pierda su valor el hábito de mi padre Santo Domingo, aunque lo lleve tan gran pecador como yo.
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Oración:
¡Oh glorioso San MartÃn; bendecimos al Señor por el gran poder que se dignó otorgarte concediéndote dominio sobre la vida y la muerte! Animados por la generosidad con que derramas los dones de Dios, recurrimos a Ti con la mayor confianza.
Pide para nosotros más fe, más amor a Dios y les gracias que necesitamos. ¡Todo lo esperamos de tu intercesión! y por los méritos de Jesucristo Nuestro Señor.
Amén!
DÃa Quinto (Padre de los Pobres):
Por la prontitud con que socorrÃa fray MartÃn a los necesitados, le llamaban Padre de los Pobres. En multitud de casos acudió milagrosamente al que le llamaba, enfermo o necesitado. Entre otros, una pobre a la que él solÃa socorrer, se vio necesitada, con urgencia, de cierta cantidad. No pudiendo ir a encontrarse con el Siervo de Dios, clamó en estos términos, repetidas veces: "Hermano fray MartÃn, tu socorro me falta, y no puedo participarte la gran aflicción en que me hallo".
Al cabo de una hora se presenta el caritativo bienhechor, precisamente con la cantidad que ella necesitaba, diciéndole que no se afligiese pues Dios conocÃa las necesidades de los pobres y sabÃa remediarlas.
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Oración:
Glorioso San MartÃn, siempre compasivo, padre de los pobres y necesitados; mÃranos con piedad y ruega siempre por nosotros, que te invocamos con fe absoluta en tu bondad y en tu poder. No nos olvides ante este Dios, a quien siempre serviste y adoraste. Padre, Hijo y EspÃritu Santo, a quien nosotros también queremos servir y adorar ahora y por toda la Eternidad.
Amén!
DÃa Sexto (Amor de Dios):
Todo cuanto fray MartÃn hacÃa en sus prácticas y obligaciones y en relación con sus semejantes, era efecto de su amor a Dios. Cuando oraba, pues, se hallaba como en su centro, con frecuencia perdÃa el uso de los sentidos, quedando largo rato en éxtasis. Muchos testigos dieron testimonio, de haberle visto repetidas veces elevado algunas varas sobre el suelo, en su celda, en la Iglesia, y en la sala capitular conversando con la imagen de Cristo Crucificado.
Si a esto añadimos la sublimidad del momento en que recibÃa a Jesús Sacramentado en que se sentÃa como en una gloria anticipada, conversando Ãntimamente con su Dios, no nos extrañará el que, aceptando Dios tan grande amor, hiciera tan poderoso a su fiel y amante Siervo.
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Oración:
¡Oh Dios mÃo, que tan generoso sois con quien os ama con sinceridad de corazón; os amamos, pero deseamos amaros más y más! Haced que por intercesión de San MartÃn, aumente nuestro amor a Vos. Y tú, MartÃn benditÃsimo, ruega por nosotros, alcánzanos el amor puro de Dios, que nos hará dulce el vivir según su ley. ConsÃguenos también las demás gracias que sabes necesitamos y esperáramos por tu intercesión poderosa y los méritos de Nuestro Señor.
Amén!
DÃa Séptimo (Al Cielo):
Reveló Dios al bienaventurado MartÃn el dÃa y hora de su muerte mostrándose él, desde entonces, más jovial y contento. Cayó enfermo, y ya no pensó más que en su Dios, sobre todo después de recibir el Santo Viático, sin engreÃrle las visitas que llegaban a su penitente lecho de tablas.
Autoridades, prelados, dignidades eclesiásticas y hasta el mismo Virrey Don Luis Fernández de Bobadilla, iban a dar sus últimos encargos para el Cielo a aquel humildÃsimo siervo fiel, que con frecuencia estaba en éxtasis, arrobado en el amor de Dios, a quien siempre habÃa servido.
Se cantó el credo y al decir aquellas palabras: "Se encarnó por el EspÃritu Santo de la Virgen MarÃa y se hizo hombre", acercó al pecho el Crucifijo que tenÃa en sus manos, y cerró suavemente los ojos. Todos lloraban.. El Arzobispo exclamó: "Aprendamos a morir".
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Oración:
¡Oh dichoso San MartÃn, que viste coronados tus trabajos, tus mortificaciones, tu caridad y tu amor a Dios con una muerte feliz!, ¡Ten compasión de nosotros! Todos te lloran. Los necesitados y enfermos creen perder un padre compasivo y el remedio de sus males, y dan rienda a su dolor llorando tu muerte; pero luego ven que tú no los abandonas; te llaman y tú sigues socorriéndolos y aliviando sus males.
El estar más cerca del Señor, glorioso San MartÃn ha aumentado tu poder. Oye, pues, también nuestras humildes súplicas, pidiendo al Señor por nosotros para que atienda nuestros ruegos. Y que nuestra muerte sea la de los justos por tu intercesión y los méritos de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén!
DÃa Octavo (Depués del Transito):
Después de la muerte de fray MartÃn, los milagros se multiplican. El propio Notario del proceso, don Francisco Blanca, se hallaba con una llaga en un pie, con gran hinchazón en la pierna y grandes dolores. TenÃa que actuar al dÃa siguiente. Invocó al Santo y al momento quedóse dormido; al amanecer se halló perfectamente bien, sin hinchazón, y la llaga seca y sana.
Entre otros prodigios, fueron muchos los casos de señoras que, no pudiendo naturalmente dar a luz lo consiguieron con felicidad al encomendarse al Siervo de Dios fray MartÃn. Asà aconteció a una esclava de doña Isabel Ortiz de Torres, a doña MarÃa Beltrán, otra señora de Arequipa, desahuciada de los médicos, a la que aplicaron una carta de fray MartÃn, y particularmente, a doña Graciana Farfán de los Godos, a quien libró de una infección y muerte segura.
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Oración:
¡Oh bienaventurado MartÃn! Si, en la tierra vivÃas sólo para Dios y para tus semejantes, hoy, que te hallas ya junto al trono de la bondad y la misericordia, puedes disponer mejor de sus tesoros. Si aquà conocÃas donde estaba la necesidad para remediarla, mejor la ves desde el Cielo donde moras.
Mira, pues, MartÃn bondadoso, a los que a ti acudimos con la segura confianza de ser oÃdos. No defraudes las esperanzas de los que nos gozamos en verte ensalzado en la tierra, como Dios te ensalzó llevándote a su gloria.
Amén!
DÃa Noveno (Apoteosis):
Examinada en Roma la portentosa vida del Siervo de Dios fray MartÃn y a instancia del Rey Felipe IV y de todos los elementos vitales de la ciudad de Lima, envió el PontÃfice las cartas remisoriales, nombrando jueces apostólicos para formar el proceso solemne.
Se comunicó a la ciudad tan fausta noticia en la Catedral, en solemne función, con asistencia del Virrey, Arzobispo, demás autoridades civiles, militares y eclesiásticas e inmensidad de público que no cabÃa en el gran templo; todos derraman copiosas lágrimas de gozo, pues se acercaba el tiempo de ver beatificado y canonizado a su querido fray MartÃn.
Unos y otros referÃan sus virtudes y los milagros obrados por Dios para confirmar el concepto de Santo en que todos le tenÃan. Hecho el proceso, y firmado por más de ciento sesenta testigos de hechos milagrosos, se cerró y selló ante el pueblo. Emocionado el Arzobispo derramando abundantes lágrimas, dijo: "Asà honra Dios a este hombre de color que supo servirle y amarle de corazón".
El 29 de octubre de 1837 fue beatificado por el Papa Gregorio XVI. La gloriosa canonización ha sido el digno remate de un laborioso trabajo intensificado en los últimos treinta años. S. S. Juan XXIII inscribió en el catálogo de los santos a fray MartÃn, el 6 de mayo de 1962.
(PÃdase La Gracia Que Se Desea)
(Padre Nuestro) (Tres Ave MarÃas) (Gloria)
Amén!
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