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Ritual de fertilidad con Yemaya

Los deseos de nuestra vida forman una cadena cuyos eslabones formados por las esperanzas nos conducen a las realizaciones. Y no hay mayor obra o realización, no hay mayor milagro que el que se produce cuando la semilla del amor fructifica en un hijo deseado.
A pesar de que la más elemental biología indica que para que un nuevo ser vea la luz son necesarios unos nueve meses de gestación, a nivel vibracional dicho espacio de tiempo no es exacto. Un hijo se empieza a gestar a partir del momento en que lo deseamos, en el instante mismo en que, a través de nuestro pensamiento, le insuflamos vida y comenzamos a amarlo de forma anticipada, cuando todavía no es nada ni nadie, sólo un punto luminoso en nuestra intención y sólo pertenece a la más inmaculada de nuestras emociones. Cuando sólo es el más sublime y generoso de los sentimientos.
De todos es sabido que una de las magias más poderosas es la que genera el pensamiento y la intención. Y cuando ambos son puros, los astros se conjugan facilitándonos el camino. Si deseamos descendencia, además de tener en cuenta todo cuanto hemos dicho anteriormente, será muy favorable que pongamos en práctica el ritual que a continuación describimos.

Material:
1 mantel azul.
2 velas azul pálido.
Cerillas de madera.
Miel.
1 bandeja de metal plateado (puede ser de acero inoxidable, plata, alpaca o simple latón).
1 torta confeccionada con harina de maíz mezclada con agua salada.
1 caracola marina.
1 papel de seda de color azul.
Tinta azul.
1 perla.
2 pequeñas cintas, una rosada y la otra celeste. 1 fragante flor blanca de tamaño mediano.

Procedimiento:
Extenderemos el mantel sobre el altar improvisado y «vestiremos» las velas, untándolas con la miel desde la base
en dirección a la mecha. Las encenderemos y las pondremos presidiendo el ritual.
Encima de la bandeja, colocaremos la torta de maíz confeccionada con agua salada, a la que daremos una forma plana. Grabaremos en su superficie nuestro nombre y el de la diosa Yemayá. Encima de la torta depositaremos la caracola marina.
Pasaremos el papel de seda azul, cuidando que no se queme, por encima de la llama de ambas velas y seguidamente escribiremos nuestra petición de fertilidad, sin olvidarnos de remarcar el nombre de la persona que desea tener descendencia. Enrollaremos el papelito poniendo la perla en su interior, y lo ataremos con la cinta azul y la rosada de manera que ambas cubran toda la superficie del papel e impidan que la perla se salga.
Una vez hayamos elaborado todo lo citado anteriormente, derramaremos sobre el rollo de papel la miel necesaria para que lo cubra por completo. Acto seguido, introduciremos el papel en el interior de la caracola, procediendo a sellar su abertura con la flor blanca en cuyos pétalos habremos derramado cinco gotas de la cera de ambas velas, un total de diez gotas o lágrimas de cera.
Es importante que dicho ritual lo realicemos con la luna en fase creciente y que una vez las velas se hayan consumido por completo, mientras rezamos a Yemayá o, lo que es lo mismo, a la Virgen de Regla, pongamos todo el conjunto tapado con ayuda del mantel azul debajo de la cama de la persona que ansia la maternidad. Cuando la mujer se quede embarazada deberá acudir a un joyero y mandarle engarzar la perla que contenía el paquete a modo de colgante para el cuello en oro blanco, platino o plata. No se desprenderá de esta joya hasta cuarenta días después de dar a luz. No obstante, si así lo desea, podrá llevarla siempre con ella en agradecimiento a Yemayá, la poderosa Orixá que ha hecho realidad el milagro de la vida.

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