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Tarot Terapia: El Diablo

La carta de la que vamos a conocer su utilidad meditativa es el arcano número QUINCE, denominado EL DIABLO. Es una carta que, de por sí, cuando alguien la mira sugiere temor 

Sin embargo, numerológicamente, el quince nos remite al número seis, que como hemos visto anteriormente representaba al Amor Responsable; esta lámina número quince es la conjunción de los principios opuestos femenino-masculino, la atracción sexual; la ambivalencia y prueba. Si seis es el número del amor, el quince, más allá de las cuestiones moralistas, es la idea de lascivia y deseo sexual. La lámina El Diablo simboliza las ataduras a través de los sentidos y de sus deseos, las fuerzas astrales que arrastran a todo ser humano; la tentación es el abismo del débil y el triunfo del fuerte. Hemos sido los humanos quienes le concedimos poder al mal, y en estos últimos tiempos parece que reine ese poder, con más fuerza que nunca, por lo que seguramente todos vamos a vivir el enfrentamiento con esa divinidad oscura que Juntos hemos creado. La denominación de «El Diablo» representa la transgresión constante hacia la moral cósmica en la lucha por la existencia terrena. Su número, el QUINCE, tiene relación, a través del CINCO, con los sentidos primordiales, y a través del UNO con el falo erecto o causa primera de todas las cosas. Si observamos la lámina, veremos a una figura de carácter hermafrodita que parece querer aplastar toda resistencia sin posibilidades de misericordia de ningún tipo, manteniendo «presumiblemente esclavos» a la pareja que tiene delante; es la lámina de la autosuficiencia y la egolatría, del predominio del cuerpo sobre el alma, las fuerzas naturales en su aspecto bipolar que nos dan la idea de bien y de mal, las tentaciones, lo prohibido, la sombra jungiana, el guardián del umbra1, la confrontación con la realidad indeseada. Todo ello está encerrado en esta grafía que en la Edad Media se asoció con la figura de Bafomet, diablo de los caballeros templarios que simbolizaba el enemigo principal del emperador. Esta lámina es primordial utilizada sin prejuicios y da óptimos resultados, curiosamente, usada en el plano curativo con aquellas personas que están sometidas a sus más bajos instintos, para liberarse y no dejar que les conduzcan a la más absoluta degradación; por ejemplo, en el caso de las drogas duras. Recomiendo usar de su meditación junto a la lámina «El Sol», para evitar el «desmadre subconsciente»; así, conjugándolas, pondremos luz en las tinieblas de algún que otro subconsciente miedoso.
 
APLICACIONES DE EL DIABLO

En el plano mental, y sin temores absurdos, meditemos en ella para romper las ataduras a la idea de su existencia, comprendiendo que su energía sólo depende para subsistir de la calidad de nuestros deseos cuanto más puros sean éstos, menos existirá esta forma oscura, hasta que entre todos logremos disolveda en luz purísima. En el plano físico, meditar en ella, conjuntamente con El SOL Y LA TORRE, nos hará tener la energía de un fuerte antiséptico en el caso de enfermedades de la piel, tales como lepra o psoriasis, pudiendo usada también para la cicatrización de heridas difíciles, además de utilizada en las enfermedades de estómago, órganos genitales, mucosas, hígado, hipertensión arterial, histeria, terrores nocturnos o mal dormir, y junto al Ermitaño y el Sol podemos usar la número quince conjuntamente en enfermedades terminales como cáncer, sida, etc. Deben meditar en esta lámina aquellas personas que se dedican a cuidar de otros o aquellas que deseen conocer sus verdaderos propósitos al dar ayuda, y también aquellos que tienen tendencias a la autodestrucción de sí mismos o de otros.
 
FÓRMULA MEDITATIVA CON EL DIABLO

Siempre en nuestro espacio personal y tras el ritual de higiene propia y habiendo encendido incienso natural, pero en esta ocasión con carboncillos, dejando que se quemen suavemente las piedritas de incienso durante todo el tiempo meditativo. Pongamos la lámina en la zona central y observémosla; cuando nos sintamos ya tranquilos ante su presencia, sería interesante visualizar o imaginar que le ofrecemos nuestra mano en señal de ayuda amistosa para hacerla bajar del pedestal al que está subida, viéndola frente a nosotros en toda su realidad. Entonces nos acercaremos a ella y la abrazaremos tratando con todas nuestras fuerzas de no sentir repulsa alguna, ya que no es más que esa parte oscura que nunca hemos querido ver en nosotros, pero sí a veces en los demás. Meditar en esta lámina nos puede hacer conscientes de nuestros miedos y limitaciones concretas, y siendo muy posible que éstos afloren, mi consejo sería, si esto ocurriese, buscar la ayuda colateral de un buen psicoanalista, ya que pueden conmoverse nuestros cimientos hasta un punto que sólo un buen profesional podría ayudarnos a encauzados. La música deberá ser fuerte, por ejemplo, El pájaro de fuego, de Stravinski, o también Una noche en el monte pelado, de Mussorgski, o el Ave María, Op. 52, nº 6, de Franz Schubert. Y hablando de que si somos ángeles, demonios, etc.

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