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Tarot Osho Zen: Aislamiento


60. Aislamiento
Somos miserables porque estamos muy identificados con el ego. ¿Qué quiero decir cuando digo que permanecemos demasiado en el ego? ¿Y qué pasa exactamente cuando permanecemos demasiado en el ego? O bien estás en la existencia, o bien estás en el ego; no es posible estar en las dos al mismo tiempo. Estar en el ego significa estar apartado, estar separado. Estar en el ego quiere decir convertirse en una isla. Estar en el ego significa dibujar una línea fronteriza alrededor tuyo. Estar en el ego significa hacer una distinción entre esto es lo que soy y eso es lo que no soy. La definición, el límite entre el yo y el no yo es lo que define el ego. El ego aísla y te congela: ya no fluyes más. Si fluyes, el ego no puede existir. De ahí que la gente se haya convertido casi en cubos de hielo. No tienen ningún calor, no sienten ningún amor. El amor es cálido y ellos tienen miedo del amor. Si el calor llega a ellos empiezan a fundirse y los límites desaparecerán. En el amor los límites desaparecen; en el gozo también desaparecen los límites, porque el gozo no es frío.

Comentario:
En nuestra sociedad, a los hombres en particular, se les ha enseñado a no llorar, a poner un rostro duro frente a situaciones que pueden herirles y a no mostrar que tienen dolor. Pero las mujeres también pueden caer en esta trampa y todos nosotros, una vez u otra, hemos podido sentir que la única forma de sobrevivir consiste en esconder nuestros sentimientos y emociones, a fin de no ser heridos otra vez. Si nuestro dolor es particularmente profundo, incluso puede que intentemos esconderlo de nosotros mismos. Esto nos puede volver fríos, rígidos, porque, en el fondo sabemos que una pequeña rotura en el hielo puede liberar la herida y hacer que ella empiece a circular hacia nosotros otra vez. Las lágrimas con el color del arco iris de la cara de esta persona, tienen la clave para la ruptura de este aislamiento. Las lágrimas y únicamente las lágrimas tienen el poder de fundir el hielo. Está bien llorar, y no hay razón para que te sientas avergonzado de tus lágrimas. El llorar nos ayuda a liberar el dolor, nos ayuda a ser suaves con nosotros mismos y, finalmente, nos ayuda a sanar.

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